Ser o no ser: esa es la cuestión
Shakespeare, hace más de 400 años, dio origen a una de las frases más conocidas de todos los tiempos: “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Estas palabras se convirtieron en casi en un cliché y siento que pocos recuerdan de qué se trata la pregunta.
Ser o no ser, esa es la cuestión:
si es más noble para el alma soportar
las flechas y pedradas de la áspera Fortuna
o armarse contra un mar de adversidades
y darles fin en el encuentro. Morir: dormir,
nada más. Y si durmiendo terminaran
las angustias y los mil ataques naturales
herencia de la carne, sería una conclusión
seriamente deseable. Morir, dormir:
dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo;
pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno,
ya libres del agobio terrenal,
es una consideración que frena el juicio
y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién
soportaría los azotes e injurias de este mundo,
el desmán del tirano, la afrenta del soberbio,
las penas del amor menospreciado,
la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo,
los insultos que sufre la paciencia,
pudiendo cerrar cuentas uno mismo
con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas,
gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida,
si no es porque el temor al más allá,
la tierra inexplorada de cuyas fronteras
ningún viajero vuelve, detiene los sentidos
y nos hace soportar los males que tenemos
antes que huir hacia otros que ignoramos?
La conciencia nos vuelve unos cobardes,
el color natural de nuestro ánimo
se mustia con el pálido matiz del pensamiento,
y empresas de gran peso y entidad
por tal motivo se desvían de su curso
y ya no son acción. — Pero, alto:
la bella Ofelia. Hermosa, en tus plegarias
recuerda mis pecados.
Si pensamos a la psicología como una ciencia social, entendemos que convive con otras disciplinas y, juntas, enriquecen cualquier investigación. La pregunta que aparece en el III acto de Hamlet es claramente de índole filosófica, pero su respuesta es psicológica.
La filosofía es la expresión máxima de la curiosidad humana, con sus miles de “por qué”. Este monólogo es, en esencia, filosofal. Hamlet se debate entre vivir y morir, entre soportar el peso de la existencia o acabar con ella. ¿Por qué seguimos viviendo cuando la vida está llena de dolor, injusticia, desamor y terror? Acabar con todo sería tan sencillo como empuñar un puñal. Sin embargo, cree que lo que nos detiene no es otra cosa que el temor a la muerte y, especialmente, la incapacidad de soñar en el más allá.
Tanto el consciente como el inconsciente tienden a la autopreservación. Esta tendencia es producto de mecanismos evolutivos y psicológicos diseñados para garantizar la supervivencia y el bienestar del individuo, aunque a veces no lo parezca.
Hamlet lo ve como un acto de cobardía, pero yo creo que decidir vivir es, en realidad, un acto heroico y esperanzado. Vivir a pesar de todo, amar a pesar de todo... Eso es valentía.